LAURA LEGAZCUE-Achieved the Condor de oro 2005.San Luis.Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.

LAURA LEGAZCUE-Achieved the Condor de oro 2005.San Luis.Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.
Laura L by Roberto Yabrek

lunes, 24 de febrero de 2014

Machos y Caballeros Llámese hombre

Sergio A. Hincapié V. Machos y Caballeros Llámese hombre al ser que ha nacido con un par de pelotas y la suficiente testosterona para que le crezca mucho pelo en la cara. Históricamente, ha sido el dueño de la Tierra, por una simple cuestión de fuerza física. Fue cazador antes que patrimonialista, corría por las llanuras antes de asentarse en los valles. Siempre quiso conquistar, y reguló sus deseos viscerales y sus violencias a través de las leyes y de la moral. Cuando las rompía, juzgaba su propia naturaleza con severidad. Que un ser humano nazca con cromosoma de machote siempre fue un acontecimiento a celebrar, tanto por reyes como por campesinos. Definir al varón, enmarcar sus sentimientos, regular su vida; hombre sólo hay uno, papeles posibles, miles. El hombre en su vertiente noble se llamaría caballero. Se define por el cumplimiento estricto de las reglas del honor, que van desde el ridículo protocolario hasta la pura trascendencia inmortal. El valiente caballero salva a los que están en peligro, va a la guerra, baja a la mina y, si el barco se hunde, al agua, pato. Normalmente, asociado con un hombre antiguo, de una época inconcreta, el caballero sería aquella promesa de civilización calmada y el sueño de toda novela rosa. Sin embargo, todos se prefieren machos. Desde hace mucho tiempo, se impone el bravío señor, entusiasmado por el deporte, belicoso, orgulloso hasta decir basta y alérgico a todo lo que suene sofisticado, femenino u homosexual. Como dijimos la semana pasada, el machismo es un virus adherido a las civilizaciones humanas de una manera alarmante. Y, por ello, muchos hombres prefieren ser unos ceporros reprimidos y más bien sosos, que confunden virilidad con inexpresividad. Lo que más se le critica a los muchachos es su facilidad para ensanguinarse y su incapacidad para calmarse. Dicen que, por ello, el planeta ha estado siempre tan trufado de violencia sistemática, de crimen organizado y de ajustes de cuentas. Porque, cuando a un tío le tocan los huevos, échate a temblar. En cualquier caso, el hombre siempre se ha tropezado con la responsabilidad de su propio sexo. Nacer con polla fue su primera victoria; no conseguir otro triunfo tiende a acomplejarlo notoriamente. Porque, en definitiva, muchos se han vuelto cabrones y criminales, al sentirse feos, frustrados y/o perdedores. Con las mujeres, los hombres han tenido una relación complicada. La educación sexista ha hecho un flaco favor al entendimiento mutuo y, a veces, ha tenido consecuencias trágicas. Sin embargo, tanto por un lado como por el otro, no se ha dejado de intentar y se ha conseguido por simple cabezonería. Los sexos opuestos se necesitan, y los hombres ven en las mujeres todo ese color que falta en sus vidas. Decir que los hombres no intuyen, que no se pueden enamorar y que no sienten demasiado es una gran mentira. Muchas y muchos que lo alegan son precisamente aquellos que no pueden vivir sin un maromo al lado, al que no le exigen nada y al que se lo toleran todo. Que seamos más torpes expresando nuestros sentimientos puede ser cierto. Pero de hormonas y montañas rusas emocionales, vivimos y morimos todos. Yo soy un hombre, me encanta serlo y, como diría una amiga, "no me gustan más los tíos, porque no llevan chocolate". Me gustan todos, cuando están buenos y cuando no lo están. En jueves y en cualquier día de la semana. Cuando se desnudan y cuando se visten. Cuando sonríen, se suenan los mocos, se rascan la barba, se aplauden la barriga y miran al infinito con esa tranquilidad embobada, esa nobleza sin aditivos. Tan preciosos cuando intentan mejorar, tan gloriosos cuando consiguen amar. Cuando el apropiado te abraza y te embriaga con el olor de su chaqueta, de su camisa y de su pecho, parece que nada malo te va a ocurrir. El resto del mundo se puede ir al carajo. A lo lejos, notas cómo el corazón se acelera al mismo tiempo que el tuyo. Y, más abajo, cierto aparato se muestra muy alegre de ese encuentro. En la cama, abres los ojos, y allí está él, intentando secarse el sudor de la frente de un manotazo, con la expresión acontecida por el deseo. Como si encontrando el placer que tanto buscaba, se muriera un poco. También me gusta el que nunca se acercó. El tímido, el que observa desde la lejanía, el que te mira un segundo y puedes leerlo en sus ojos: "Te necesito, eres dulce, eres alegre, dame sólo un poco de calor, no quiero morir de frío esta noche". Es como aquel Michael Furey que lanzaban tristes piedrecillas contra el ventanal de Gretta, convencido de que ella era su única oportunidad para ser feliz. Aquel que nunca tuvo amor se bebe otro trago de whisky, duerme y se sueña mejor. No quiere ser ni macho ni caballero. Porque es quien sabe más que nadie que la mayor victoria del mundo y el mejor honor de la Tierra consiste en querer y ser querido. Aunque sea sólo por un instante. http://jositomontez.blogspot.com/2010/12/machos-y-caballeros.html